Tree

Hace un año, me miré al espejo y me sentí angustiada. Si estoy tan enojada de ver a mi misma en el espejo con ojos llenos de odio, ¿quién queda?

Hoy encuentro en el espejo ojos tristes, ojos enojados, ojos fragmentados, en los que no encuentro mi amor. Son ojos más profundos, pero no logro acompañar mi mirada con ternura.

Maeva pone tres sillas de madera una frente a la otra.

En una silla entro en mi parte emocional. Lágrimas calientes, cuando se atreven a venir. Volcanes y bolas de fuego, galaxias que vomitan súper novas. ¿Será que las súper novas duelen?

En mi cuerpo aumenta la densidad, me pesa. Me encojo, mientras me siento tan gorda como una ballena, porque todas estas cosas deben ocupar espacio.

Respira, sal de ella, levántate, sacúdelo. Siéntate en la próxima silla.

Este es mi yo funcional, la Gioel de las relaciones publicas, la que flota todo el barco. La que me saca de la cama por la mañana, que hace entrevistas, que programa reuniones, que mantiene el calendario, que hace las tareas que Jena escribe en la pizarra. También es la misma que quiere conexión y que la busca siendo confiable en primer lugar, asegurándose de que otros puedan confiar en que estoy allí. La que, a pesar de todos los esfuerzos, también se siente sola, invisible, enojada, insuficiente.

Me siento incómoda con una calidad diferente en esta silla. No es tan profundo, no tan pesado. Es amargo, como medio limón exprimido sobre un pescado frito y luego dejado sobre una mesa. Es a la vez funcional y vacío.

Respira, sal de ella, levántate, sacúdelo.

En la tercera silla, siento nostalgia. Aquí soy mas flaca, soñadora, peluda, talentosa y superficial.

Respira, sal de ella, levántate, sacúdelo.

Me pongo de pie, y en el medio del cuarto vislumbro estas tres versiones de mí misma que no respecto. Hacia las cuales siento poca pena, ninguno de ellas quiero ser. No quiero ser ninguna de ellas. Quiero irme lejos.

Maeva me invita a acostarme en el colchón. Ahora es Julia quien me pide que respire profundamente. Ella comienza a tocar dos puntos detrás de mi cuello y me duele. Me pide que haga un tono, y grito. Mueve sus manos hacia mi vientre, está empujando en mis exhalaciones y el dolor se vuelve más agudo, y mis gritos tambien. Hay una parte de mí que se desconecta y se da cuenta de la escena, la forma en que mi cuerpo descansa sobre el colchón, la forma en que suenan mis gritos, ¿cuál es esa fuerza que grita?

Otra parte de mí está cabalgando el dolor como un dragón furioso que me sacude, y mis gritos provienen de un lugar más profundo que mi garganta, más profundo que mi vientre, están desesperados y en alguna parte sé que este dolor no es físico, es otra cosa que grita a través de él. No sé cuánto tiempo estoy gritando: ¿5? ¿30 minutos? Cuando el dolor termina, mi cuerpo se rinde, se relaja. ¿Qué sobrevivió? ¿Ahora que?

————————————————————————————————————————————————————————————

Me levanto mojada de sudor y regreso a las sillas.

Ahora soy la súper nova-ballena emocional, estoy medio doblada. Coqueteo entre victimizarme y culpar a las otras dos.

Las dos son falsas. Están vacías sin mí: soy la profundidad y las dos están avergonzadas de mí.

Me siento triste con mis palabras. Y no me gusta este peso, esta pesadez, pero no sé qué hacer.

Tu me niegas.

Estoy particularmente enojada con la versión de mí que hace relaciones públicas.

¿Cuál es el punto de toda esta energía?

Te preocupas tanto por lo que otros te piden y yo estoy aquí implosionando. Me abandonas.

La versión de relaciones publicas parece sudada, ansiosa, desesperada. Y verla – atenta e inclinada hacia adelante con las piernas abiertas – me duele porque dentro de la súper nova-ballena no hay dónde ir. Solo puedo sentarme ante la dolorosa imposibilidad de quedarme, mirar, presenciar. Y estoy abrumada. No estoy manejando. Me duele mucho y no tengo a nadie para pedir ayuda. La artista está sentada con las piernas cruzadas, inclinada hacia un lado … la veo chévere, con un sombrero que me gusta, pero la siento distante, molesta, desconectada, desinteresada. Ella tambien me esta negando.

Respira, sal de ella, levántate, sacúdelo.

Entro en la versión de relaciones publicas. Miro la silla frente a mí con la súper nova-ballena cubierta de moco, perdida en la imposibilidad de su mundo interior, y siento ira.

Estoy haciendo mucho para ayudar, para apoyarnos. Yo pago las cuentas. Intento ser justa. Trabajo eficientemente para darte tiempo, para darte más espacio. Pero también me avergüenzo de ti. Es mucho trabajo lo que tengo que poner solo para que estés presentable, para protegerte, para asegurarme de que no la cagues, para que no golpee la cabeza contra la pared y rompas todo. También es difícil para mi.

¿Y tú? Estás sentada allí perdida en tus sueños, contemplando mariposas. ¿Crees que estamos aquí para acariciar muñecas? ¿Crees que tengo tiempo para relajarme? ¿Por jugar en el río como tú? Ambos me necesitan, sin mí no pueden.

Me levanto y me la sacudo.

En la tercera silla me siento más distante.

También estoy enojada. Todo este drama, la súper nova-ballena ocupa todo el espacio, hay tan poco para mí. El tiempo que queda, lo ocupa toda nuestra puta manager por allá.

Que se jodan las dos.

Tengo algo que ofrecer aquí. Bueno, tal vez tengo algo que ofrecer, pero quieren todo el espacio, toda la atención. No me lo permiten.

Maeva se acerca y me toma de la mano. Habla y me pide que repite.

“Necesito empatía. Soy empatía. Es muy fácil dar y recibir empatía. Necesito empatía, y tú también …

Me pide que toque ligeramente mi pecho con los dedos índice y medio de mi mano derecha, me toca la cara mientras hablamos. Luego aprieta la palma de mi mano izquierda y dice “paz”.

Repito, “paz”.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy mirando la Gioel de relaciones públicas. La veo en la silla con las piernas abiertas, tratando de mantener la compostura, y me invade una ola de profunda tristeza.

Me siento triste. Te veo cansada. Te veo intentando, te veo intentando.

Te veo sola, Te veo triste.

Respira, sal de ella, levántate, sacúdelo.

Entro en mi versión relaciones publicas. Siento que me hundo en la silla y las lágrimas salen fáciles. Inhalo mi cansancio, mi esfuerzo, mi dolor. Me atraviesa y, al permitir este dolor, reconozco que soy más que la persona fría que hace relaciones públicas que me juzgo ser.

Mi deseo es permitirme con los demás. Crear una conexión, acompañar, servir, disfrutar los demás. Y sin embargo, a pesar de este deseo interno, ni siquiera puedo soportar mi proprio dolor, ni el dolor de la ballena-supernova delante de mí. Me escapo de mi propio sufrir. Lo controlo. Y esta conciencia se hunde y duele, como un ácido que me disuelve una corteza interna.

Respira, sal de ella, levántate, sacúdelo.

La ballena-super-nova mira a las otras dos. Pide permiso para estar con ellas. Expresa un deseo de dejarse ser, de dejar que ellas también compartan su dolor. Estar juntas. ¿Cómo seria?

Podría ser dejar que la supernova-ballena juegue con el arte, dándose la posibilidad de aparecer en la plenitud de lo que está allí, dando espacio para que todas crezcan. Podría ser estar juntas en silencio, acompañarse en el dolor hasta que explote, hasta que se fusione, hasta que podamos fluir juntas.

Respiro, cierro los ojos, imagino inhalar a las tres.

———————————————————————————————————————————

Al atardecer encontramos el río solo y nadamos.

Las tres, desnudas.

Una canta sentada en una roca. La otra se queda en el agua, jugando con las corrientes para masajear esa masa de emociones. La tercera no está acostumbrada a la soledad.

¿Preguntas quién eres si no hay nadie aquí?

Pero ahora somos las tres, ¿puedes sentir nuestra compañía?

———————————————————————————————————————————